Sí, los mosquitos finalmente han sucumbido. El frío los espantó o mató, la verdad es que poco me importa. Además, el frío, se llevo con él: las ganas de vivir. ¿Qué nos queda ahora? No tenemos más que quedarnos encerrados y disfrutar la vida miserable del estudiante. Y salir a bailar, ¿para qué? Lo más seguro es que nos venga el vicio y salgamos a fumar un poco. Pulmonía asegurada.
Ahora que es posible reflexionar un segundo, sin ser devorado por una horda hambrienta de sangre, me pregunto cual de los dos males prefiero. Es complicado decidirse, por un lado tenemos labios paspados, dedos entumecidos y convulsiones. Con los mosquitos eran ronchas, picazón y paranoia. Los dos me atraen de la misma forma.
Supongo que todo se reduce a lo simpático que me caen los pingüinos.